He aquí la primera función del buen docente; realizar una tarea COMPENSADORA para complementar las posibles deficiencias que traen los alumnos de su entorno familiar y/o social. Esto queda plasmado a la perfección en una frase del libro que dice: "una golondrina aturdida es una golondrina que hay que reanimar, y punto final".
Después de esta pequeña introducción sobre los problemas que se achacan al fracaso del zoquete y la función que debe ejercer el profesor para salvarlo, quiero prestar especial atención a un caso que desde hace un par de años me resultó bastante curioso. Es el caso de Albert Einstein, uno de los físicos más importantes que el mundo ha visto pasar.
Se sabe que al nacer, la parte posterior de su cabeza era tan grande que que su familia creyó que padecía una deformación. Al igual que Newton no dio señales de intelecto y genio a edad temprana, pues todo lo contrario, Albert Einstein fue lento en aprender a hablar, ya que no sería hasta la edad de tres años cuando aprendió a desarrollar el habla. Tuvo que vencer un problema de dislexia hasta tal punto que sus padres creyeron que aquel niño padecía un retraso mental.
Como escolar no fue ni malo ni bueno. Su punto débil era su mala memoria, sobretodo cuando había que memorizar palabras y textos. Solo en matemáticas, física y filosofía se adelantó a sus compañeros.
Existen muchas anécdotas referentes a su época de estudiante; pues en lo que concierne a su negativa a aprender las lecciones de memoria y quedarse insatisfecho por las lecciones poco convincentes y satisfactorias de sus profesores podemos mencionar la siguiente:
- Uno de estos profesores cansados de la insaciable curiosidad de Einstein le dijo que prefería que no volviera más a su clase. A lo que el joven le respondió:
"Yo no tengo la culpa de que manden señor. Si por mi fuera créame que tampoco vendría a perder el tiempo".
Con esto quiero decir que un "zoquete" no siempre está perdido , ¡puede salvarse!. Es el caso de Albert Einstein, el cual creían que sufría un retaso mental por su atraso en el aprendizaje y su tardío aprendizaje del habla, pero no eso quiere decir que vaya a ser un fracaso escolar, en este caso todo lo contrario. Como se observa en la anécdota contada anteriormente, vemos un claro ejemplo de lo que no debe hacer un docente y es pedir a un alumno que no vuelva más a su clase por el mero hecho de que el alumno tenga curiosidad en su aprendizaje, todo lo contrario. La función del buen docente es aprovechar ese interés que el alumno ha despertado en si mismo, así que sería más adelante, en la entrada a la Universidad cuando el físico empezó a brillar con todo su esplendor, puesto que la resolución a problemas matemáticos a su manera, siempre por caminos distintos a los prescritos provocó el asombro de sus profesores que ayudaron en gran medida a este al involucrarse en el interés de este.
El profesor J. Pernet, molesto porque Einstein no resolvía las cosas como el mandaba preguntó a su ayudante: "¿Que piensa usted de Einstein? ¡No hace las cosas como yo he mandado!.
A lo que el ayudante respondió: "¡En efecto, señor profeso! Pero sus soluciones son correctas y los métodos que emplea siempre resultan interesantes".
Bibliografía:
http://www.biografiasyvidas.com/monografia/einstein/
De Santa Ana Fernández, E., Martínez Navarro, F., Repetto Jiménez, E., Domínguez Silva, J. A., Cárdenes Santana, A., Mingarro González, V., & Martínez Moreno, H. (2005). Albert Einstein entra en la escuela: utilización de las biografías y de las tecnologías de la información y comunicación en el año internacional de la física. In Enseñanza de las ciencias (pp. 1-5).
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